- Eso de la Bolsa es muy arriesgado, prefiero tener mi dinero seguro en el banco.
Si alguna vez te has planteado invertir tu dinero y lo has comentado con tus amigos o familiares, estoy seguro que habrás escuchado este comentario en más de una ocasión.
Y es normal.
Cuando no se conoce, el mundo de la inversión da miedo.
Un miedo irracional, pero miedo al fin y al cabo.
Buena parte de culpa la tienen los medios de comunicación, que abren con grandes titulares cada vez que hay una bajada de la Bolsa.
Desplome de los índices, dicen.
Lo que no suelen contarte es la recuperación posterior. Eso no interesa. No abre telediarios.
Tampoco ayuda conocer a gente cercana que ha perdido parte de sus ahorros tras comprar acciones de cierta compañía que alguien les había recomendado.
Seguro que te suenan los casos de Terra, Gowex o el más reciente del Banco Popular.
Y cuando, constantemente, has recibido este tipo de mensajes a lo largo de tu vida, está claro que lo último que deseas es arriesgar el dinero por el que tan duramente has trabajado.
No es extraño entonces que mucha gente piense que lo más sensato es dejarlo tranquilo en su cuenta bancaria.
Incluso los más radicales te dirán que mejor olvidarse de bancos y guardarlo a buen recaudo bajo el colchón.
Pues te diré que efectivamente esa es la manera más segura …. de que tus ahorros valgan menos cada día.
Y eso es precisamente lo que queremos evitar.
Contenidos
Lo que hacía yo con 1.000 pesetas
Cuando era pequeño mis abuelos no se cansaban de contarme todo lo que ellos compraban con tan sólo unos pocos céntimos.
- A mí me daban alguna vez una perra gorda y, con eso, tenía para un montón de golosinas.
Una perra gorda equivalía a 10 céntimos. Pero no de euros, sino de pesetas.
Es decir, si haces la conversión actual, puedes comprobar que su valor es muy inferior al céntimo de euro. Algo ridículo hoy en día.
Puede que pienses que eran otros tiempos, que España ha pasado por una guerra, por una dictadura y que la vida de antes no era como la de ahora.
Es cierto. El mundo ha cambiado mucho en menos de un siglo.
Pero párate sólo un momento a pensar precisamente en eso: estamos hablando de menos de un siglo.
Puede que pienses también que son sólo batallitas de abuelos.
Si crees eso, déjame decirte que estás muy equivocado.
Y te lo puedo asegurar porque, lo que me contaban mis abuelos, yo también lo he vivido.
Hace unos 25 años, los sábados salía de casa con 1.000 pesetas en el bolsillo.
6 euros al cambio.
Iba al cine, con palomitas y refresco, me tomaba un menú en una hamburguesería, que ahora ya no existe, y todavía me sobraba algo para echar unas partidas a las máquinas recreativas.

Con un billete de éstos pasaba toda la tarde del sábado (6 euros al cambio).
¿Qué haces tú hoy en día con 6 euros?
Puede que te dé justito para ir al cine el día del espectador y comprar palomitas. Por supuesto, no el propio cine, sino en la tienda de la esquina.
Y han pasado tan sólo 25 años.
No cien. Veinticinco.
Como ves, la historia se repite.
Y va a seguir repitiéndose.
¿Quieres saber por qué?
Déjame presentarte al culpable de esta situación.
Déjame hablarte de la inflación.
Qué es la inflación
La inflación no es otra cosa que la subida continuada de los precios de los bienes y servicios durante un período de tiempo concreto. Generalmente se suele considerar un año, pero también se puede medir, por ejemplo, de manera mensual.
En otras palabras, la inflación es el fenómeno que provoca que el cortado, que te tomas con tus compañeros en el bar que hay debajo de tu oficina, pase un día a costar 5 céntimos más.
Por lo tanto, si ese día tienes en tu bolsillo las mismas monedas que el día anterior, dichas monedas valdrán menos.
Podrás tomarte menos cafés.
Gracias a la inflación eres un poco más pobre sin tan siquiera enterarte.
«La inflación es la madre del paro, y la ladrona invisible de los que han ahorrado» – Margaret Thatcher
¿Y por qué se produce la inflación? ¿Qué es lo que causa que nuestro dinero valga menos?
Los motivos son muy variados, pero los más habituales suelen ser dos: el aumento de la demanda y el aumento de los costes.
La primera causa es sencilla de entender. Si aumenta la demanda de un bien o un servicio, su precio puede elevarse.
Todos lo hemos visto alguna vez. La salida del último iPhone, las entradas de la final de la Champions, las mascarillas en los primeros meses del coronavirus.
Cuando hay mucha demanda de algo y supera a la oferta disponible, la gente está dispuesta a pagar más por conseguirlo.
La segunda causa es el aumento de los costes. Es decir, si a un productor le cuesta más dinero producir un bien, deberá venderlo a un precio más alto si quiere seguir obteniendo un beneficio similar.
Por lo tanto, si estas situaciones se producen de manera generalizada, los precios de casi todo aumentarán, y, en consecuencia, la inflación subirá.
Cómo se mide la inflación
En España, la inflación se mide a través de un índice que calcula el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Este índice es el IPC, del que, estoy seguro, habrás oído hablar alguna vez.
El IPC (Índice de Precios al Consumo) mide la variación del precio de un conjunto de bienes y servicios que conforman la cesta de la compra.
Se trata de una lista de un gran número artículos, que los consumidores compran de manera más o menos habitual. Comprenden alimentación, bebidas, transporte, vivienda, ropa, sanidad, ocio, etc.

El IPC nos indica cuánto varía el precio de los productos que componen la cesta de la compra.
De este modo, el INE recoge los precios de todos estos bienes y servicios y los compara con el período anterior (mes o año anterior), para obtener la variación que se ha producido en el conjunto.
Si la variación es positiva, la inflación es también positiva.
No obstante, hay que aclarar que, aunque inflación e IPC están muy relacionados, no son exactamente lo mismo. Como hemos dicho, el IPC recoge la variación de precios de una lista de bienes y servicios elaborada por el INE. Sin embargo, la inflación mide la variación de precios global, de todos los bienes y servicios.
Por lo tanto, aunque el IPC se utiliza habitualmente para medir la inflación, no es infalible. Puede que alguna variación de precios no quede reflejada.
Consecuencias para tu bolsillo
A estas alturas, ya te habrás dado cuenta de que la inflación no es nada buena para tu monedero.
Es la causante de que con el mismo dinero puedas hacer cada vez menos cosas. De que las cosas sean más caras.
Es el motivo por el que yo podía ir al cine por menos de 3 euros y tú ahora debes gastar el doble para conseguir una entrada.
¿Todavía no te lo crees?
Déjame mostrártelo con cifras reales.
En el siguiente gráfico te muestro la evolución del precio de un producto que costase 10 euros hace 30 años hasta nuestros días si se va ajustando con la inflación.
Como ves, no te miento. Los datos están sacados directamente de las medidas oficiales del INE.
Según esta gráfica, las cosas valen ahora el doble que entonces.
O, dicho de otro modo, en menos de 30 años, la inflación ha sido del 100%.
Y esto se ha producido en un período donde la inflación máxima de un año a otro ha sido de menos del 6%.
¿Y si te digo que a finales de los 70 y principios de los 80 una tasa de inflación del 15% era lo normal?
En tan solo 10 años los precios se multiplicaron por cuatro.
Sí, si, por cuatro.
Vale, quizá ahora la inflación esté más controlada, pero ¿podemos asegurar que no viviremos etapas con tasas más altas que las actuales?
No lo sabemos. Por lo tanto, debemos estar preparados.
Si quieres comprobar por ti mismo cuánto ha variado el IPC entre dos años concretos, puedes echar un vistazo a esta página.
¿La inflación puede ser negativa?
Por supuesto. La inflación puede ser negativa.
En ese caso, se le denomina deflación y ocurre cuando los precios bajan de forma generalizada.
Genial, ¿no? Si los precios bajan, ganamos poder adquisitivo, así que nuestro dinero vale más.
Todo perfecto, entonces.
¿O no?
Pues, como la mayoría de las cosas, depende.
Yo no soy economista, así que no voy a entrar en profundidad sobre si la deflación es positiva o negativa. Prefiero dejar el debate para los expertos, que saben mucho más que yo del tema. De hecho, si buscas en Internet verás que hay varias teorías y que la mayoría se basan en discriminar cuáles son los productos que bajan su precio.
En lo que sí parecen coincidir es en señalar que una bajada generalizada y sostenida de precios puede ser muy peligrosa para la economía. Si las empresas ganan menos dinero, se verán obligadas a bajar sueldos o a despedir trabajadores y, tengo claro que, eso no es nada bueno.
De hecho, muchas veces, una deflación continuada ha sido el preámbulo de una crisis económica.
¿Se puede controlar la inflación?
Hemos visto pues que tan malo es tener una inflación elevada como que haya deflación de manera sostenida en el tiempo.
Lo ideal es intentar mantener la inflación bajo control para que no se dispare ni por arriba ni por abajo.
Es como el colesterol. Debes vigilarlo para que no sea muy alto, pero tampoco es bueno que tengas carencias.
Y de esta vigilancia se encargan los bancos centrales.
Me refiero a la inflación, no al colesterol.
El Banco Central Europeo (BCE), en Europa, o la FED, en Estados Unidos, hacen todo lo posible por controlar la inflación e intentar que se mantenga en un nivel que consideran aceptable. Este nivel suele rondar el 2%.

El Banco Central Europeo (BCE) se encarga de mantener la inflación bajo control en la Eurozona.
Para conseguirlo, utilizan principalmente dos armas fundamentales: el dinero en circulación y los tipos de interés.
De este modo, cuando quieren que la inflación suba, lo que hacen es aumentar el dinero en circulación, es decir, imprimir más billetes, o bajar los tipos de interés.
Cuando hay más dinero, éste vale menos, por lo que los precios suben.
En cuanto a los tipos de interés, si éstos bajan, los préstamos son más baratos. La teoría dice entonces que la gente se endeudará más y, en consecuencia, consumirá más, por lo que los precios acabarán subiendo.
En cambio, si los bancos centrales quieren frenar la inflación, harán precisamente lo contrario: reducir el dinero en circulación y aumentar los tipos de interés.
Por qué no es buena idea tener todo tu dinero en la cuenta corriente
Imagina que un día coges una caja, la abres, metes un billete de 20 euros y la cierras.
Cuando la vuelvas a abrir dentro de 10 años, el billete seguirá ahí.
Tendrás el mismo billete. Un poco más viejo, quizá, pero el mismo billete.
No se habrá convertido en 30 euros, ni en 10 euros. Seguirán siendo 20 euros.
Pero todo será más caro. Ya no podrás comprarte las mismas cosas que hace 10 años.
Pues con la cuenta corriente de tu banco ocurre algo parecido.
Tú metes tu dinero y, salvo que hayas elegido una mala cuenta que te cobre comisiones, si no lo tocas, dentro de un tiempo tendrás exactamente lo mismo.
A simple vista, no habrás obtenido ninguna rentabilidad, ni positiva, ni negativa. La cantidad de euros no habrá cambiado.
Sin embargo, la inflación habrá provocado que su valor sea menor. Tu dinero se habrá devaluado.
En la práctica, tu rentabilidad habrá sido negativa.
En la siguiente gráfica puedes ver cómo se han devaluado 1.000 euros ahorrados a finales del siglo pasado, durante los últimos 20 años.
Como puedes ver, por efecto de la inflación, esos 1.000 euros se han convertido en poco más de 600.
Dirás, “pero yo sigo teniendo esos 1.000 euros, mi dinero sigue intacto”.
De acuerdo, los 1.000 euros están ahí, pero no les puedes dar el mismo uso que hace 20 años.
Veámoslo de otro modo.
Imagina que tu pareja y tú metéis 1.000 euros en una cuenta corriente para hacer un viaje cuando celebréis vuestras bodas de plata.
Éste es el efecto que tendrá una inflación del 2%, sobre vuestro dinero.
A los 25 años, volveréis a sacar vuestros 1.000 euros, pero su valor es similar a unos 600 euros actuales. Se habrá reducido un 40%.
Consecuencia: ya no podréis hacer vuestro viaje soñado.
En lugar de un hotel de 5 estrellas, tendréis que conformaros con uno de 2.
Y recuerda que el 2% es la tasa de inflación que los Bancos Centrales consideran adecuada, por lo que no es nada descabellado que se pueda dar este escenario.
Por lo tanto, todos deberíamos procurar que la inflación afecte lo menos posible a nuestros ahorros. De lo contrario, perderemos poder adquisitivo año tras año.
Qué puedes hacer tú para protegerte de la inflación
Ya hemos visto que tener todo tu dinero parado no es una buena idea.
Da igual que sea en una cuenta corriente, en un depósito con las rentabilidades irrisorias de hoy en día o en una caja de zapatos.
Con el tiempo, tus ahorros acabarán perdiendo valor.
¿Cuál es por tanto la solución?
Sencillo. Conseguir que nuestro dinero se revalorice por encima de la inflación.
Y, para lograrlo, debes invertirlo.
No hay más secretos.
Si la inflación anual es del 2%, tienes que intentar obtener una rentabilidad superior a ese 2% para que tu dinero no pierda valor.

Gracias a la inversión podemos protegernos de la inflación.
En mi caso, lo tengo claro. Invierto mi dinero en bolsa, tanto a través de acciones como mediante fondos de inversión.
La rentabilidad media histórica del índice americano S&P 500 es de más del 5% anual. Más que suficiente para proteger mis inversiones de la inflación.
Existen muchas maneras de invertir y tú debes decidir cómo crear tu cartera en función de tu perfil como inversor.
Si no quieres complicarte, también puedes acudir a un robo-advisor, que te facilita enormemente el trabajo.
Pero ojo, te recuerdo que únicamente debes invertir el dinero que no necesites a corto plazo.
La inversión en renta variable es siempre a largo plazo. Por lo tanto, no metas el dinero de tu colchón de seguridad en Bolsa. Corres el riesgo de necesitarlo justo en el peor momento y verte obligado a sacarlo cuando esté en pérdidas.
Es cierto que las cuentas corrientes y depósitos no son útiles para combatir la inflación, pero no por ello dejan de tener una función muy importante: mantener tu dinero disponible y sin que sufra fluctuaciones.
Por eso, yo tengo mi colchón de emergencia en una cuenta de ahorros, que me da un pequeño interés. Es inferior a la inflación, de acuerdo, pero tengo la certeza de poder sacarlo cuando lo necesite, sin preocuparme sobre cómo está el Mercado.
Otro aspecto importante es que cada año voy incrementando este colchón para que no se devalúe por efecto de la inflación.
El resto de mi dinero, como te he comentado, lo tengo invertido.
Ahora dime, ¿sigues pensando que guardar tu dinero en la cuenta de tu banco no tiene ningún riesgo?

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