Hoy quiero contarte una historia. La historia de un tipo normal y corriente. Una persona como tú o como yo, con sus experiencias, sus gustos y sus preocupaciones. Su vida es posible que te suene familiar.
¿Quieres conocerle?
Contenidos
Te presento a Iker
Iker nació hace 29 años y unos pocos meses durante una lluviosa noche en Bilbao.
Allí creció, jugó, estudió, maldijo su primera resaca tras una noche de excesos, tuvo sus primeros amores… y sufrió unos cuantos desamores.
Bilbao ha sido siempre su hogar, una ciudad que adora pero que últimamente le agobia por la cantidad de gente que llena sus calles, el ruido desde primera hora de la mañana y el tiempo que pierde al ir de un sitio a otro.
Por eso, cada vez que puede, coge su Opel Astra de 15 años (que le cedió su padre cuando decidió cambiarlo por un coche nuevo, de esos más altos en los que no hace falta agacharse para entrar) y se escapa a algún pequeño pueblo de la Costa Cántabra, Vizcaína o Guipuzcoana, para disfrutar del mar o practicar senderismo por la zona.
“Cuando me jubile me vendré a vivir a un lugar así, alejado del caos de la gran ciudad”. Eso piensa mientras mira cómo el Cantábrico golpea sin piedad las rocas cuyas sugerentes formas ha ido esculpiendo pacientemente, año tras año.
Fue en una de sus escapadas a Lekeitio cuando conoció a Amaia, una bilbaína 2 años menor que él, que estaba pasando unos días en casa de una amiga común.
Una conversación interesante y un par de pintxos fueron suficientes para darse cuenta de que ambos compartían mucho más que esa botella de Txakoli que estaba dando sus últimos coletazos.
De eso hace ya 5 años.
Pero volvamos a Iker.
Una carrera profesional que no le llena
Como ocurre con muchos chavales al cumplir los 18, Iker tuvo que elegir un camino profesional sin demasiadas convicciones.
Al final, se decidió por estudiar ingeniería industrial, más empujado por las prometedoras salidas laborales de las que todo el mundo hablaba que por su propio interés.
Cuando terminó, comprobó que la realidad no se parecía nada a la estampa idílica que le habían contado.
En un país que estaba saliendo de la crisis económica más dura de las últimas décadas, los únicos puestos disponibles parecían ser personal en prácticas o como becario.
Pero, lo que en un principio fue frustrante, se convirtió en una gran oportunidad para Iker.
Después de dos meses echando currículos y haciendo entrevistas inquisitoriales, le ofrecieron un puesto de becario en una empresa dedicada al sector energético.
Aceptó. Aunque el sueldo era una miseria, al tiempo que trabaja, la empresa le pagaba un máster en energías renovables.
Allí, Iker, que había acabado la carrera algo desmotivado, descubrió una temática que realmente le apasionaba: producir energía limpia y contribuir, así, a la sostenibilidad del Planeta.
Tras completar el máster, le propusieron ocupar un puesto en el departamento de energía eólica de la compañía. Y allí trabaja desde entonces.
Aunque el trabajo le gusta, no quiere acabar allí el resto de sus días
Iker tiene claro que no desea pasar encerrado 8 horas al día en una oficina hasta los 70 años. Le gustaría hacer algo más personal, relacionado también con el cuidado del medio ambiente, pero para eso necesita conseguir antes una seguridad económica.
También ha escuchado historias de gente que se ha tomado un año sabático para hacer un voluntariado o irse a viajar por el mundo. Es algo que a Iker le gustaría hacer algún día… cuando tenga dinero para ello.
El puesto fijo como consultor proporciona a Iker unos ingresos estables. Su primer sueldo lo celebró invitando a sus padres a cenar en uno de los mejores restaurantes de Bilbao, para agradecerles todo su cariño y apoyo durante estos años.
Y es que Iker tuvo una infancia y adolescencia felices.
Sus padres, ambos profesores de primaria, siempre estuvieron a su lado y respaldaron todas sus decisiones, aunque a veces no las acabasen de comprender, algo que también sucedió en esa cena, cuando les anunció que se iba a emancipar.
Una vida sin grandes dispendios
El sueldo de Iker, poco más que mileurista, tampoco da para grandes alardes, por lo que actualmente comparte piso junto a dos amigos de la carrera.
Por suerte, su barrio está muy bien comunicado con su lugar de trabajo y con el centro de la ciudad. Mantiene su Opel Astra, pero no necesita utilizarlo en su día a día. En Bilbao se mueve siempre con transporte público o a pie, ya que no es muy amigo de las bicis, menos aún en una ciudad donde llueve tres cuartas partes del año.
Su viejo coche lo utiliza para seguir acercándose a la costa cuando hace buen tiempo y para ir a hacer senderismo que, por otra parte, es el único deporte que practica con frecuencia.
A pesar de esto último, Iker se preocupa por mantenerse activo y cuida mucho su alimentación. Revisa las etiquetas de todos los alimentos que compra y, durante la semana, sigue una dieta rica en vegetales y fruta.
Eso sí, el fin de semana se permite algún exceso, ya que le encanta salir a tomar unos pintxos con su pareja y amigos.
Muy de vez en cuando va al cine, especialmente cuando hay un estreno de una superproducción de ciencia ficción. No lo puede evitar, este tipo de películas hacen despertar a su lado más friki.
Normalmente, prefiere quedarse en casa viendo una serie de superhéroes en Netflix, cuya suscripción mensual comparte con cuatro amigos y tiene ya más que amortizada.
Así, entre el alquiler, transporte, alimentación, ocio y gastos varios, Iker consigue ahorrar algo menos que un tercio de su sueldo al mes.
Las inquietudes económicas que no le dejan dormir
Aunque su nivel de ahorro ha permitido a Iker crear un pequeño colchoncito por si pasase una mala racha, él no está tranquilo. Vive angustiado por la posibilidad, poco probable a corto plazo, de perder su empleo.
Varios de sus amigos se han ido al paro en los últimos años e, incluso, su colega Patxi terminó agotando la prestación por desempleo. Desde entonces, no ha conseguido encontrar un trabajo estable.
Estos pensamientos, se unen al hecho, más que evidente, de que no tendrá una pensión en el futuro.
A pesar de que los políticos se empeñan en repetirnos que van a blindar y garantizar las pensiones, Iker les da menos credibilidad que a un niño con la boca naranja que niega haberse comido una bolsa de Cheetos antes de la cena.
Sabe que tiene que hacer algo.
Iker debe mejorar su nivel de ahorro y sacar algo de rentabilidad a lo que tiene acumulado. Pero no sabe cómo.
Un día leyó algo sobre la inversión en bolsa.
Emocionado, lo comentó con sus amigos, pero todo lo que escuchó fueron advertencias que le quitaron las ganas de volver a sacar el tema:
“Yo prefiero tener el dinero en un colchón que jugármelo en bolsa”
“Para eso voy a un casino”
“¿No sabes la cantidad de gente que se ha arruinado así?”
“Tío, mejor gástatelo, que vida sólo hay una. ¡Camarero, una ronda más, que invita mi amigo!”
En sus padres tampoco encontró mejores consejos:
“Hijo, es tu dinero, pero yo no me arriesgaría”
“Con lo que te ha costado ganarlo, sería una pena perderlo”…
Aún así, Iker quiso probar y, animado por Amaia, su pareja, compró unas pocas acciones del Santander.
A los 6 meses, las acciones valían dos tercios de lo que invirtió, por lo que, asustado, acabó vendiéndolas.
Lo peor no fue el dinero perdido, sino los “ya te lo dije” que tuvo que estar escuchando durante meses.
Sin mucha idea sobre cómo manejar su dinero, hizo lo que la mayoría de los españoles: hablar con su banquero.
Así contrató un depósito que le da un suculento 0,05% de interés (a descontar impuestos), una tarjeta de crédito con “multitud de ventajas” y un fondo de pensiones para su futuro.
No consigue mucha rentabilidad, pero el banco se frota las manos con un incauto más.
Iker sigue pensando que tiene que cambiar su gestión del dinero y continúa buscando la manera de hacerlo.
Empezar una vida en pareja
Ahora Iker y Amaia están planeando irse a vivir juntos.
Eso supone un mayor gasto. Aunque ella tiene un sueldo similar al suyo, gracias a su trabajo en una gestoría, el coste de una vivienda para los dos es mucho mayor que el de una habitación enana en un piso compartido.
Se están debatiendo entre el alquiler o la compra, movidos también por las recomendaciones de sus padres sobre las bonanzas de tener un piso en propiedad.
Eso choca con los planes de futuro de Iker, que sueña con vivir en un pueblo costero.
Y, sin embargo, el mensaje de su entorno le atormenta: ¿cómo vas a malgastar el dinero en un alquiler pudiendo hacer una inversión tan ventajosa como una casa en propiedad?
Iker está hecho un lío.
Por si fuera poco lidiar con sus propias finanzas, ¿cómo gestionar el dinero en pareja?
Tiene miedo de que Amaia no comparta su visión sobre el uso responsable del dinero y la necesidad de ahorrar para el futuro. Eso podría llegar a causarles problemas.
La necesidad de mantener a raya las finanzas
Hace ya varios meses que la incertidumbre económica ocupa un hueco importante entre las preocupaciones de Iker. Incluso se despierta muchas noches y no conseguir conciliar de nuevo el sueño.
No deja de darle vueltas a cómo hacer para que, ni él ni Amaia, dependan exclusivamente de sus trabajos para tener una estabilidad.
Esto le genera una enorme frustración, ya que desea mejorar su situación financiera, pero le da miedo volver a perder su dinero en una mala inversión.
Con todo este mar de dudas, Iker empezó a informarse sobre educación financiera.
No compra revistas ni periódicos. Tampoco ve mucho la tele. Por eso, recurre a Internet para enterarse sobre los temas que le interesan.
Hasta ahora leía las noticias de algunos periódicos online y se interesaba por webs sobre alimentación saludable.
Desde hace un año, repite búsquedas en Google del tipo “cómo gestionar mis finanzas”, “cómo invertir mis ahorros” o “educación financiera”.
Esto le ha llevado a hacerse seguidor de varios blogs a través de su cuenta de Twitter, única red social que tiene, si ignoramos la cuenta en LinkedIn que se abrió a regañadientes por motivos laborales.
Nunca ha idolatrado a gente famosa por el mero hecho de serlo, por lo que tampoco ahora pondrá en un pedestal a ningún bloguero.
Iker busca alguien que le oriente en estos temas sin intentar venderle la moto a toda cosa. Alguien que transmita honestidad y que parezca llevar una vida sin ostentación. Y, sobre todo, que actúe libremente, de acuerdo a sus propias decisiones.
Como quizá hayas adivinado, nuestro protagonista es un personaje inventado.
Su historia, sin embargo, se basa en experiencias propias y también ajenas, que he visto en mi entorno más o menos cercano.
Sus inquietudes y sus miedos son reales. Y son los mismos que comparte mucha gente a lo largo de su vida.
¿Y tú? ¿Conoces a algún Iker?
¿Todavía te da miedo invertir?
Suscríbete a mi newsletter y llévate mi ebook totalmente gratis.
¡Aprende a sacarle partido a tus ahorros desde hoy mismo!